Faltan tres días para la Nochebuena. Y que levante la mano quien no tenga compras de última hora pendientes. A no ser que uno viva al margen de toda presión familiar o social, es difícil no gastar más de la cuenta en estas fechas: cenas, regalos, fiestas… Pero lo que sí podemos evitar es caer en el consumismo. Se acostumbra a equiparar la buena marcha del país con un aumento en el gasto medio por habitante en dispendios navideños. Y es cierto que una temporada álgida de compras puede contribuir a reactivar momentáneamente la economía. Pero ¿a beneficio de quién? Desde luego, no del planeta. Y rara vez de la persona que, a miles de kilómetros, produjo con sus manos el jersey –el juguete, el smartphone…– que amablemente nos envolverán para regalo.
Quizás usted haya logrado apartarse voluntariamente de este frenesí comercial. Si es así, enhorabuena. Pero, si es de los querría pero no puede, hay alternativas. Lo primero es tomar conciencia de nuestro poder como consumidores. Y, segundo, ejercerlo de forma responsable.
Con la intención de informar de que otro consumo es posible, la Federación Aragonesa de Solidaridad (FAS) y el Ayuntamiento de Zaragoza han lanzado la campaña Justo en Navidad. «La idea es dar a conocer otra forma de producir y consumir de un modo responsable, valorando criterios éticos, sociales y ambientales en nuestras compras. Y, en estos días, también en nuestros regalos», señala Raquel García, responsable de Suralia, el espacio de comercio justo de la FAS. La federación nos insta a «no comprar a lo loco. Piensa si de verdad necesitas todo lo que compras y en cómo ha sido elaborado».
Por su parte, desde el consistorio animan a «comprar productos de comercio justo» porque «pone en nuestras manos la elección de productos de calidad que se han obtenido en unas condiciones justas de producción entre el sur y el norte».
Y así lo ratifica también Pilar Barrios, voluntaria de Suralia. «Su propio nombre ya dice lo fundamental: es justo. Garantiza a los productores que todo se les compra en unas condiciones equitativas». También «fomenta la agricultura ecológica como modo de producción», destaca Pilar, quien asegura que sus productos son «más saludables, y están buenísimos», enfatiza.
Esta voluntaria es también una consumidora fiel de comercio justo, «sobre todo, de productos de alimentación. Soy muy sibarita y me encanta el café». Pero el industrial «no tiene nada que ver con el que viene directamente de los países productores, ni con su forma de cultivarlo y de molerlo ni con su aroma», sostiene, paladeando sus palabras como si flotasen en una taza de puro arábica colombiano.
El café y el chocolate siguen siendo los productos estrella del comercio justo. Quizás porque fueron los primeros en popularizarse en España, y llevan más tiempo conquistando adeptos. Pero este sector ha ido diversificándose con los años y abarca muchos más géneros, desde cosmética a decoración navideña, pasando por ropa, joyería, juguetes o menaje. Una muestra es la céntrica tienda que Oxfam Intermón tiene en Zaragoza, unos grandes almacenes del comercio justo condensados en unos cuantos metros cuadrados.
Si se puede producir, distribuir y vender de forma justa, también se puede ser un consumidor consciente. Pilar Barrios afirma que «el comercio justo y el consumo responsable tienen una raíz común, que es tomar conciencia de que hay que consumir productos sanos, a un precio justo y que den opciones a las personas» que normalmente quedan excluidas de los ingentes beneficios que genera el mercado.
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